Lo ocurrido ayer durante el mitin que Donald Trump celebraba en Pensilvania es materia de una investigación aún en marcha, como recuerda el FBI, pero a medida que avanzan las horas y se conocen nuevos detalles sobre el ataque algo empieza a intuirse: su desenlace dependió en gran medida de un cúmulo de casualidades. Lo reconocía el propio expresidente en declaraciones al New York Post: «Se supone que no debería estar aquí, que debería estar muerto». Que no haya sido así solo puede explicarse para el líder republicano por dos factores, ambos fuera de cualquier control: «Por suerte o por Dios… Muchos dicen que por Dios».
A la espera de las conclusiones del FBI o de saber cómo influirá el atentado en la carrera a la Casa Blanca, todo indica que el azar jugó un papel relevante.
Unos segundos para la historia. La secuencia es fugaz. Dura eso: segundos. Muy pocos. Los justos para mostrar a Trump en su atril con la cabeza girada a su derecha, cómo de repente se lleva una mano a la oreja y acto seguido se deja caer al suelo con una mueca de dolor. A su alrededor empieza el caos. Una lluvia de guardaespaldas y gestos y movimientos frenéticos entre el público.
Una bala zumbando. En el vídeo no se aprecia, pero uno de los reporteros gráficos que cubrían el mitin, Doug Mills, un veterano de The New York Times, captó el origen de ese caos: una bala que solo un instante antes silbaba detrás del líder republicano. La imagen, tomada con una cámara Sony y una velocidad de obturación de 1/8.000 de segundo, se sumará a la crónica visual del siglo XXI.
Por su fuerza. Y por su improbabilidad, como reconoce al diario neoyorquino Michael Harrigan, exagente especial del FBI: «La mayoría de las cámaras que se utilizan para capturar imágenes de balas en vuelo emplean cámaras especiales de velocidad extremadamente alta que no se suelen usar para fotografía normal, por lo que capturar una bala en una trayectoria lateral como la que se ve aquí sería una posibilidad entre un millón, casi imposible incluso sabiendo que la bala viene».
«Sentí la bala desgarrando». El resultado de semejante caos no tardó en trascender. Poco después y a través de su red social, Truth, Trump explicaba que había sido víctima de un atentado fallido que para él se saldó con una herida leve, pero dejó una víctima mortal, Corey Comperatore, un bombero de 50 años con dos hijas pequeñas, y otras dos personas que sufrieron lesiones graves a causa de los disparos. Al líder republicano el ataque le dejó una herida en la oreja derecha.
«Me dispararon con una bala que perforó la parte superior de mi oreja derecha. Había mucha sangre y entonces me di cuenta de lo que estaba pasando», relataba el expresidente: «Supe al instante que algo estaba mal cuando escuché un sonido silbante, disparos, e inmediatamente sentí la bala desgarrando mi piel».
Esa segunda estampa, la de un Trump vociferante con la mejilla derecha salpicada por dos rafagazos de sangre, el puño levantado y la bandera de EEUU hondeando al fondo fue otra de las imágenes icónicas que se sumarán a la hemeroteca.
«Debería estar muerto». El FBI ya ha identificado al presunto autor de los disparos, Thomas Matthwe Crooks, de 20 años, sin antecedentes y que murió en el mismo lugar del atentado abatido por las fuerzas de seguridad. A la espera que las autoridades aporten más datos, Trump incide ya en una idea: salió más o menos ileso; pero el resultado pudo ser otro bien distinto si el azar le hubiese dado otras cartas. En esa idea incidía durante una charla con medios conservadores: «Se supone que no debería estar aquí, se supone que debería estar muerto».
«El médico del hospital dijo que nunca había visto algo así, lo llamó un milagro», insistió el líder republicano ya con un gran vendaje blanco sobre la oreja derecha. Que la bala no le causara más daños se explica para él por un factor muy simple: la posición de su cabeza en el momento y el lugar exactos. «Lo más increíble fue que no solo giré la cabeza, sino que lo hice en el momento exacto y la distancia justa». De haber sido otra su posición, insistió, el proyectil podría haberlo matado.
«La patrulla fronteriza me salvó». TNYT ha podido hablar con el doctor Ronny Jackson, el médico del expresidente en la Casa Blanca, quien ha aportado alguna clave más que ayuda a entender la posición de Trump cuando la bala rozó su oreja derecha. Jackson asegura que Trump le explicó que en ese momento justo estaba inclinado para mirar un gráfico de la US Border Patrol. «Dijo: ‘la patrulla fronteriza me salvó la vida. Estaba mirando el gráfico. Si no lo hubiera señalado y girado la cabeza para mirarlo, esa bala me habría dado justo en la cabeza'».
Cuestión de ráfagas y rifles. No es el único que ha teorizado sobre esa posibilidad. En X circulan desde ayer gráficos que pretenden mostrar cuál habría sido el itinerario de la bala y cómo habría impactado en la cabeza del expresidente si este hubiera adoptado una posición distinta. Hay quien va más allá y teoriza, con diagramas y cálculos incluidos, el papel que pudo tener el viento en el desenlace del atentado y cómo afectó a los ocho disparos que llegó a descerrajar Crooks.
The Telegraph publicaba una crónica en las últimas horas en la que incidía en la importancia de detalles aparentemente tan nimios como una ráfaga de viento, la presión del aire o el ángulo de elevación del tirador, que en este caso empuñaba un rifle semiautomático AR-15, la versión civil del M16 militar, un arma letal, añade un agente ya retirado del Servicio Secreto. Crooks la manejaba desde la azotea de un edificio industrial fuear del recinto de seguridad, a 150 metros de Trump.
Un francotirador cazado in fraganti. Otro de los factores que parece haber jugado a favor de Trump fue que los movimientos de Crooks en el tejado llamaron la atención de algunos transeúntes. Alertado por sus gritos, un policía se asomó a la cubierta en la que estaba el joven francotirador. Al verlo, Crooks le apuntó con el arma, lo que hizo que el agente se replegara y no pudiera frenarlo; pero queda botando la duda de hasta qué punto ese encontronazo influyó en los tiros.
De nuevo a la espera de las conclusiones que dejen las autoridades, el ser sorprendido in fraganti pudo limitar el margen del Crooks para apuntar a su objetivo, llevarle a precipitarse o sencillamente aumentar su tensión.
«Ahí tuvimos suerte». «Otra cosa que hay que tener en cuenta es la increíble reacción física que se produce cuando una persona se dispone a hacer algo durante lo que sabe que probablemente la van a matar —reflexiona un exagente del Servicio Secreto en declaraciones recogidas por el diario Telepragh—. Así que ese primer disparo que podría haber matado al presidente estaba absolutamente afectado por la fisiología y el estado de estrés del francotirador. Ahí tuvimos suerte».
En las últimas horas ha circulado un vídeo que parece mostrar a Crooks deslizándose por el tejado instantes antes de abrir fuego y mientras algunos peatones situados en la calle advierten a los agentes de su presencia.
Investigaciones… y teorías. El de Trump no es el primer atentado contra un presidente o expresidente estadounidense. Hace 43 años Ronald Reagan sufrió fue objetivo también de un disparo con un revolver del calibre 22 que a punto estuvo de acabar con su vida: la bala, en aquella ocasión, zumbó muy cerca de su corazón.
En lo que sí destaca el caso de Trump es que probablemente sea el primer intento de magnicidio en el país que llega en la era de las redes sociales. Y eso dio alas ayer a diferentes teorías, como la que apuntaba a la responsabilidad directa de Biden en lo ocurrido o que sostenían que lo que alcanzó a Trump fueron trozos de vidrio.
Imagen | GTRES
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La noticia
«Se supone que debería estar muerto»: el cúmulo de casualidades que salvó la vida de Donald Trump en su atentado
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Carlos Prego
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