No es fácil encontrar playas color de rosa. Los minerales capaces de dar ese color a la arena de la playa, los granates, son bastante sensibles a las olas y las corrientes del océano. Eso significa que, cuando nos encontramos una playa de este tipo, debe de haber una fuente cercana de granates.
Durante años, esa ha sido una pequeña obsesión de expertos y aficionados de todo el mundo: encontrar para cada playa rosa, un yacimiento rico en granates de dónde salía la arena.
En todo el mundo, menos en Australia.
¿En Australia? ¿Qué pasa en Australia? Esa es la gran pregunta. En el sur de Australia, grandes extensiones de playa suelen estar cubiertas por manchas de arena rosada. El problema es que, por más que han buscado los geólogos durante años, no han sido capaces de encontrar esa fuente de silicatos granates.
Y no por falta de candidatos potenciales. En general, hay varios tipos de ‘fuentes locales’ de granates. Este grupo de silicatos suelen formarse a grandes profundidades bajo la superficie. Eso hace que, por ejemplo, una de sus fuentes principales de este material sean los volcanes. En concreto, una estructura volcánica llamada «tubos de kimberlita«.
Y aunque hay varios yacimientos de este tipo en Australia, están demasiado lejos de la costa para que sean la fuente de las playas rosas del sur.
Ninguna montaña que cuadre. Porque la otra gran fuente son los macizos montañosos antiguos que, sometidos a una fuerte erosión, dejan grandes cantidades de granates a merced del clima, los ríos y las corrientes. Había dos grandes ‘yacimientos’ de este tipo: el cinturón de pliegues y cabalgamientos de Adelaida, por un lado; y una amplia zona de la parte central del sur de Australia llamada Gawler Craton.
En cuanto las técnicas de investigación permitieron analizar la antigüedad (y otras firmas geológicas), los investigadores se lanzaron a comprobar cuál era el origen real de las playas rosadas. El problema se hizo evidente muy rápido: las fechas no cuadraban, la antigüedad no cuadraba. Muy joven para Gawler Craton, muy vieja para el cinturón de Adelaida. La arena rosa no puede haber salido de ninguna de esas dos fuentes.
¿Entonces? Entonces nada. Durante años, ha sido un enorme misterio.
Hasta que, casi por casualidad, encontraron una respuesta. Analizando sedimentos glaciales de otras zonas cercanas, un equipo de la Universidad de Adelaida encontró una pista muy interesante. En la isla del Canguro, la tercera más grande de Australia, encontraron granates de una edad parecida a los de las playas y eso hizo que se les encendiera una bombilla. ¿Y si vinieron con los glaciares?
Es decir, ¿y si vinieron de la Antártida? No era una locura. Durante el Paleozoico Tardío, Australia estaba conectada con la Antártida por una enorme capa de hielo. Era perfectamente posible que los granates, protegidos por los glaciales, llegaran desde allí.
El problema estaba en encontrar granates en la Antártida, claro. Porque como explican los investigadores, «hay un afloramiento de roca en la Antártida oriental donde se han encontrado granates de la edad adecuada, cerca del glaciar Skelton en el sur de la Tierra Victoria. Sin embargo, un afloramiento tan pequeño no podría haber producido el gran volumen de granate que vemos en las costas australianas».
La pregunta es… ¿Puede haber mucho más granate a lo largo de las montañas Transantárticas? Los investigadores creen que sí, pero por ahora no pueden demostrarlo. Sin embargo, por primera vez en muchos años tenemos una teoría que puede explicar uno de los grandes misterios de la costa australiana.
Y no es poco.
Imagen | Patrick Ryan
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La noticia
Durante años las playas rosas de Australia han sido un enigma geológico. Ahora tenemos una pista que dasafía lo que creíamos saber
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Javier Jiménez
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