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‘Deadpool y Lobezno’ y ‘Barbie’ tiene algo en común: así usan la autoparodia para crear sofisticados catálogos de marcaJohn Tones​

«¡Eh, que ‘Deadpool y Lobezno’ no es una fórmula nueva!», oímos decir «¡Ya hay películas previas de Deadpool!» Correcto: de hecho, yéndonos atrás en el tiempo, ya hay muchas películas que usan el mismo humor autorreferencial que caracteriza a las películas del mercenario mutante, como ‘Aterriza como puedas’ y demás comedias del absurdo dirigidas por el trío/institución Zucker, Abrahams & Zucker. Aunque este no es lugar para hablar de calidades, la referencia está clara: ‘Deadpool y Lobezno‘ quiere reirse de todo y de todos. Sin embargo, entre Deadpool y sus precedentes hay un éxito ineludible: ‘Barbie‘.

Ahora, Marvel. Entre ‘Deadpool y Lobezno’ y sus dos entregas previas hay una diferencia sustanciosa: esta tercera parte está producida por la Marvel de Disney, que ya ha recuperado a través de la compra de Fox las propiedades que había licenciado previamente y que no podía usar: principalmente, los Cuatro Fantásticos y el universo mutante de X-Men y derivados. Con la salvedad de la fabulosa serie de animación ‘X-Men 97‘, esta es la primera vez que vemos a los mutantes en el MCU. Y no será la última.

La pausa que refresca. Marvel ha aprovechado también las peculiarísimas características de la narrativa de las películas de Deadpool (romper la cuarta pared, referencias a múltiples iconos pop, capacidad para reflexionar sobre su naturaleza de personaje de ficción) para marcar aún más lo que, a nivel estratégico, supone ‘Deadpool y Lobezno’. Es la única película de Disney con personajes Marvel en 2024, y está sirviendo como paréntesis para tomar aire tras los pinchazos de ‘Quantumania‘ y ‘The Marvels‘ y antes de un previsible golpe de timón con ‘Fantastic Four’ y otras películas que llegarán en 2026.

El truco de los multiversos. Ese cambio de registro que propicia ‘Deadpool y Lobezno’ no es tan radical como pudiera parecer. En las dos películas anteriores (como sucede en los comics) la propuesta libérrima de su humor no tenía una justificación argumental. Aquí sí: Deadpool se encuentra con multitud de personajes Marvel que no pertenecen a la continuidad habitual gracias a los multiversos y su recién ganada posibilidad de viajar por ellos. ‘Deadpool y Lobezno’ va por libre, pero no tanto: está atada a la lógica multiversal de ‘Loki’ o ‘Doctor Strange en el Multiverso de la Locura‘ (aunque esta última tenía un marcado sello autoral, así que en cierto sentido es una propuesta más radical que ‘Deadpool y Lobezno’).

Propaghandi. Gracias a la magia multiversal, ‘Deadpool y Lobezno’ entra en el redil del MCU y se convierte en algo distinto a una parodia: es un vehículo de propaganda. Con su película más referencial hasta la fecha (que ya es decir), el Mercenario Bocazas se convierte en un enumerador de Funkos, en un embajador de la marca que revisa todas las propiedades intelectuales de la casa («¿te acuerdas de aquel éxito pre-MCU de finales de los noventa? ¡Sigue siendo nuestro!») y manda algunos masajes para los fans («pase lo que pase, nuestros nuevos Cuatro Fantásticos serán mejores que aquella risible película de 2005»).

Barbie me lo enseñó. Las lecciones que tan impecablemente ejecuta ‘Deadpool y Lobezno’ tienen un precedente clarísimo: Barbie. El fenómeno de taquilla del verano pasado funcionaba a la vez como desguace de la marca de Mattel (poniendo en duda su imagen clásica, colocando a la empresa fabricante como la villana del asunto) pero a la vez como catálogo de modelos ya a la venta. Mattel está encantada, por supuesto, y la prueba de la nula capacidad corrosiva de ‘Barbie’ para la marca está en que se preparan decenas de películas basadas en juguetes (lo que no quita para que ‘Barbie’ sea una película muy notable… por otras virtudes).

Y no es la única. Este uso de la comedia para quitarle algo de hierro a los tentáculos corporativos de las empresas que están detrás de los productos de consumo bebe, por una parte, de comedias pop suavemente anticapitalistas como ‘Spiceworld‘ o ‘Josie y las Melódicas’. Pero sobre todo, de hitos como ‘La LEGO película’ o ‘Space Jam’, que funcionaban a la vez como catálogos de franquicias de alcance infinito (y merchandising derivado) y como parodia de esa misma condición. Un juego irónico y perverso del que ahora bebe ‘Deadpool y Lobezno’.

Los fans, todo bien. La prueba de que el componente corrosivo de Deadpool está completamente domesticado está en que los fans están entusiasmados con los guiños, los easter eggs y los anuncios a medio gas (el insistente chiste de que Hugh Jackman va a estar obligado a interpretar a Lobezno hasta los noventa años sería una corrosiva observación sobre la voracidad industrial de Disney si no fuera porque… el fan medio está encantado con esa esclavitud). Desde luego, no es la primera película en poner en práctica esta maquiavélica táctica publicitaria de la autoparodia disfrazada de publicidad, pero tal y como funcionan las franquicias, algo nos dice que está lejos de ser la última.

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‘Deadpool y Lobezno’ y ‘Barbie’ tiene algo en común: así usan la autoparodia para crear sofisticados catálogos de marca

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