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Un funcionario pasó seis años sin ir a trabajar y ganando 37.000 euros al año. Se enteraron cuando le iban a dar un premioRubén Andrés​

Que te ingresen el salario sin tener que ir a trabajar es el sueño dorado de cualquier españolito medio. Un funcionario gaditano lo hizo realidad. Se ha pasado los últimos seis años sin aparecer por su puesto de trabajo, mientras seguía cobrando su salario. Sus jefes lo descubrieron cuando le iban a dar un premio por sus 20 años de servicio.

El “funcionario fantasma” de Cádiz. Aunque esta historia sucedió hace casi una década, su naturaleza no deja de resultar sorprendente, y la historia del “funcionario fantasma de Cádiz” incluso trascendió nuestra frontera y tuvo eco en medios internacionales como The Times o el digital norteamericano Politico.

En realidad, más que de un caso de picaresca ibérica, lo que revela el caso de este funcionario de Cádiz es un serio problema de comunicación entre organismos públicos que dejó al funcionario en un limbo que supo aprovechar durante muchos años. Según la justicia, el funcionario pasó seis años sin aparecer por su puesto de trabajo. Según el consistorio, serían al menos catorce.

Ascendido por meritocracia La historia comienza en 1990, cuando Joaquín García, ingeniero y cuñado de Fermín Moral, por aquel entonces candidato a la alcaldía por el PSOE, comenzó a trabajar como funcionario en el Ayuntamiento de Cádiz. Como apuntaban desde El Mundo, Joaquín había acumulado experiencia sobre el terreno trabajando para Dragados en Argelia y Venezuela. Esa experiencia hizo que, ya en poder de la alcaldía, su cuñado le nombrara director técnico de Medio Ambiente. Cargo que ocupó hasta 1996.

“Lo enviamos a Aguas de Cádiz, que es de titularidad municipal, para que desde allí se encargara de supervisar las obras de La Martona, el centro donde van las aguas fecales y pluviales de la ciudad”, contaba a El Mundo Jorge Blas Fernández, teniente alcalde del Ayuntamiento de Cádiz entre 1995 y 2015, y descubridor del engaño.

Ascendido y olvidado. En 1996, Joaquín pasó a ocupar un puesto en Aguas de Cádiz, una empresa pública gestionada desde el consistorio gaditano. “Se le puso un despacho en el edificio de Aguas de Cádiz y allí se quedó. Hasta que un día [más de una década después] me acordé de él y pensé: ¿Dónde estará este hombre? ¿Seguirá allí? ¿Se habrá jubilado? ¿Habrá fallecido?”, explicaba Blas Fernández.

El teniente de alcalde se puso a investigar el paradero de este veterano funcionario y encontró que seguía cobrando su nómina del ayuntamiento, por lo que llamó a la gerencia de Aguas de Cádiz para preguntar por él. “En Aguas de Cádiz y me dijeron que allí no sabían nada, que pensaban que había vuelto al Ayuntamiento”, declaró a El Mundo Jorge Blas Fernández. Ante la duda sobre su paradero, el teniente alcalde decidió llamarle directamente. “Me dijo que estaba de días de asuntos propios y le pedí que viniera a verme. ‘¿Usted qué hace? ¿Qué hizo ayer? ¿Y el mes anterior?’. No supo responder”

De premiado a expedientado. El interés inicial por conocer el paradero de Joaquín resulta cuanto menos paradójico cuando se conocen los hechos “Pensábamos que el gerente de Aguas de Cádiz lo supervisaba, pero no era así. Y lo descubrimos cuando estábamos a punto de entregarle al funcionario una placa por los 20 años de servicio”, aseguraba el teniente de alcalde. Por supuesto, el funcionario no solo no fue homenajeado, sino que se cursó un expediente disciplinario por absentismo laboral sobre él, que terminó con una sentencia judicial condenándolo al pago de una multa de 26.920,93 euros.

Como nota curiosa, el gerente de Aguas de Cádiz, encargado de expedientar a Joaquín García, tenía el despacho justo enfrente, y aseguraba no haber visto al ingeniero en años. El consistorio no pudo despedir al funcionario porque, para cuando se hizo pública la sentencia, Joaquín ya se había jubilado.

Ausente, pero acosado. El ingeniero gaditano siempre ha negado la mayor, argumentando ante el juez que “si bien es cierto que no acudía a su despacho en su horario de 8 a 15, sí acudía a diario”. El funcionario aseguraba que dedicaba su jornada a la lectura en su despacho y que sufría acoso político, acusando a la oposición política de querer “quitárselo de encima” por sus vínculos familiares con el anterior edil socialista.

Durante todo el tiempo que el ingeniero ocupó su plaza de funcionario, el consistorio abonó casi medio millón de euros en sus nóminas. Cuando durante el juicio se le preguntó por qué no denunció su acoso, el ingeniero afirmó que “Tenía una familia que mantener y, a su edad, temía no encontrar otro trabajo”.

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Imagen | Unsplash (Mitchell Orr), Pexels (Ron Lach)


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