Uno ve un olivo y piensa «puf, otro olivo». Y es normal: en España hay 282.696.000 de olivos. ¿Cómo no minusvalorarlos? ¿Cómo no aburrirnos de ellos? Lo que ocurre es que, tras cada uno de esos olivos, hay una complejísima maquinaria fisiológica que produce un curioso fenómeno agronómico: que los olivos recuerdan.
¿Que los olivos recuerdan? Ya sabíamos que, como nos explicaba Diego Barranco, catedrático de la Universidad de Córdoba en el Departamento de Agronomía de la Escuela de Ingenieros Agrónomos, «el olivo produce aceitunas en función de lo que ha crecido el año anterior […] Si, pongamos, en 2023 no crece mucho porque no ha tenido agua, en 2024 no producirá mucho más porque no tiene crecimiento donde sostener esa producción, aunque tenga agua”.
Pero su memoria va más allá. Los olivos tienen la capacidad para «recordar las condiciones ambientales y los eventos climáticos a los que han estado expuestos a lo largo de sus vidas» y ajustar su «crecimiento, salud y productividad de los ejemplares a lo largo del tiempo».
Un «seguro» a nuestro favor. Esa es la clave que ha permitido resistir durante siglos a todo tipo de condiciones adversas desde «sequías prolongadas a cambios bruscos de temperatura» y es también lo que les sigue permitiendo regular «la producción de aceitunas en función de su trayectoria anterior» y amortiguar las malas cosechas (cuando estas son puntuales).
¿Y si no le estamos sacando todo el partido posible a esa memoria? Eso es lo que se preguntaron hace tres años un grupo de investigadores de la Universidad de Jaén y el Centro Tecnológico del Olivar y del Aceite. La idea es sencilla: si toda esa información está ahí desde el final de la campaña del año anterior, ¿no podrían hacer una previsión fiable de cómo irá la siguiente campaña que nos ayude a gestionar mejor el aceite?
El trabajo consistía en revisar todos los sistemas y procedimientos de predicción agronómica que existían, buscar variables influyentes a nivel de municipio y diseñar un modelo propio ajustado para las provincias de Jaen, Córdoba y Granada. El resultado es Predic I y se acaba de presentar.
¿Para qué queremos tener una predicción temprana? Predict I hace más cosas, claro: «permite realizar consultas sobre producciones históricas de las explotaciones y analizar el comportamiento dinámico del cultivo a lo largo del tiempo». Sin embargo, la predicción temprana es una pieza esencial para acabar con la incertidumbre que, como hemos visto en los últimos años, es consustancial al mundo del aceite.
No lo eliminará del todo. Es verdad. Cada campaña depende de forma crítica de las temperaturas y la lluvia. Eso es algo que el modelo no puede predecir. Sin embargo, nos da un suelo sobre el que trabajar: una estimación que permitirá gestionar las reservas de forma mucho más eficaz.
¿Qué podemos esperar? Hoy por hoy, el gran problema del mundo del aceite es qué va a pasar con las reservas de aceite: ante la sospecha de que los precios bajen mucho, el sector tiene incentivos para vender ya. Sin embargo, como las reservas son bajas, el que aguante, puede llevarse ganar mucho dinero en el sprint final. Con mejores sistemas de previsión, la incertidumbre sería menor y la regulación de los precios sería más sencilla.
Imagen | Miguel Angel Masegosa Martínez
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La noticia
Nunca hemos sido capaces de prever la campaña del aceite de oliva del próximo año. Unos investigadores creen tener la clave
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Xataka
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Javier Jiménez
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