A Japón le toca lidiar con un problema todavía más peliagudo que la deriva del yen, las tensiones con Pekín, su enquistada crisis de natalidad o una masificación turística que ya le ha llevado a poner límites a los viajeros. El país se enfrenta a un alarmante aumento de ataques de osos a humanos, con 219 episodios en cuestión de un año, algunos de desenlace fatal. Para solucionarlo las autoridades niponas valoran adoptar una medida extrema: dar carta blanca a los cazadores de las regiones afectadas para que puedan dispararles en zonas residenciales.
Problema: los cazadores no lo tienen tan claro.
La deriva del oso en Japón. Hubo un tiempo en el que los osos se vieron arrastrados a una situación límite en buena parte de Japón. En la década de los 80 en algunas regiones del país la caza excesiva los dejó en peligro de extinción y en ciertos puntos, como Kyushu, avistar uno pasó a convertirse casi en una misión imposible. Aquello queda ya muy atrás. Y no solo por el paso de las décadas.
Hace no mucho el diario Yomiuri Shimbun aseguraba que la población de osos negros se ha triplicado desde 2012 hasta rondar los 44.000 ejemplares. Y eso sin incluir Hokkaido, la segunda mayor isla de Japón y hogar de alrededor de 11.700 osos pardos del Ussuri, otra especie que se ha expandido de forma notable en solo unas décadas. En concreto, se habla de que se han duplicado desde los años 90.
Más osos… y más ataques. La buena deriva de las poblaciones de osos en Japón se ha visto empañada durante los últimos meses por un indicador, también al alza, aunque mucho menos halagüeño: el de los ataques a humanos. En Japón hay más osos, pero estos protagonizan también más encontronazos con personas. Y los datos vuelven a dejar poco margen para interpretaciones. Se habla de 219 ataques en apenas 12 meses, entre abril de 2023 y el mismo mes de 2024.
La cifra es preocupante por varias razones. La primera es que revela el mayor número de incidentes desde que empezaron los registros, en 2006. También se han anotado más avistamientos: 15.000, 4.000 más que durante el mismo lapso del año pasado. La segunda, que una parte de esos encontronazos tuvieron resultados fatales. CBS News informa de seis fallecidos, un cómputo que probablemente haya aumentado a lo largo de los últimos meses.
En junio localizaron a un hombre de 58 años en Nagano, en Honshū, que falleció supuestamente por las lesiones que le causó un oso. Asashi Shimbun asegura que durante ese mes y en la misma prefectura se registraron cuatro heridos.
Cuestión de cuánto… y dónde. Los datos divulgados tanto por medios japoneses como los de otros países revelan tres realidades. La primera es un número considerable de ataques. La segunda, que si bien la mayoría de incidentes se concentraron al norte de la isla de Honshu —sobre todo en Akita— se han dado incidentes en una parte significativa del país. Kyodo asegura que en un período de seis meses se registraron ataques en 15 de las 47 prefecturas de Japón.
La tercera tendencia, probablemente la más importante, es que cada vez parece haber más encontronazos entre osos y humanos en áreas urbanizadas o pobladas. Los «sustos» ya no solo ocurren en los bosques ni los protagonizan excursionistas o senderistas. En Iwate las autoridades aseguran que más de la mitad de los ataques recientes ocurrieron en un escenario bastante distinto: cerca o incluso dentro de casas. En Akita, región de Tohoku, lanzaron hace no mucho carteles en los que se anima a tener cuidado con los osos e incluso se deslizaban algunos consejos.
¿Y por qué atacan? Al analizar el porqué de los ataques de osos, los expertos suelen apuntar a varios factores: una cosecha abundante de bellotas y hayucos en 2023 a la que ha seguido una escasez de alimentos para los ejemplares ya adultos, fronteras difusas entre los bosques y los núcleos poblados o el propio aumento de osos, con animales cada vez más habituados a los humanos. El fenómeno coincide además con otro, en sentido inverso: la pérdida de población en Japón y el éxodo de jóvenes a las ciudades, lo que contribuye a la despoblación de los pueblos.
«Los osos que entran en áreas urbanas tienden a entrar en pánico, lo que aumenta el riesgo de lesiones o muerte para las personas», advierte BBC Junpei Tanaka, del Centro de Investigación de Vida Silvestre Picchio. La cadena desliza además que el comportamiento y los movimientos de los osos se han vuelto más impredecibles a medida que el cambio climático altera sus propias fuentes de alimentación.
Buscando soluciones. El problema es lo suficientemente grave como para que las autoridades se hayan puesto manos a la obra. En febrero el Gobierno valoraba ya diferentes opciones, como impulsar un programa de control y captura de osos, animar a los municipios a que designen hábitats específicos, bien diferenciados y en los que se puedan monitorizar poblaciones, o incluso facilitar su caza.
El ministro de Medio Ambiente incluso aconsejó a los vecinos de las regiones afectadas que se deshagan de forma adecuada de sus restos de comida para no atraer a los animales a los pueblos o que cierren bien las puertas. Hay incluso quien ha echado mano de peculiares lobos robot para alejar a las fieras.
Última opción: los cazadores. A tal extremo ha llegado el problema que en Japón ya valoran una salida drástica: permitir que los cazadores utilicen sus rifles contra los osos en zonas residenciales. De salir adelante, la propuesta supondría un cambio crucial para el colectivo. Para usar sus armas en áreas pobladas, ahora los cazadores necesitan que un agente de policía les dé antes su consentimiento.
Lo que se discute es que los cazadores puedan apretar el gatillo sin tener que esperar esa orden directa, incluso que puedan cazar osos de noche. De momento la medida no se ha aprobado, pero está sobre la mesa. El lunes Japan Times revelaba que un panel de expertos del Ministerio de Medio Ambiente ha respaldado que los cazadores puedan abatir a osos en zonas residenciales bajo ciertas condiciones. Es más, el Ejecutivo plantearía revisar en no mucho su ley de protección de la fauna.
Japan Times precisa que con el cambio los cazadores podrían disparar en esos entornos, con residentes, siempre y cuando se cumplan una serie de condiciones. Por ejemplo, si un oso ha accedido a un edificio o hay riesgo claro de lesiones.
«¿Quién será responsable?» De entrada la propuesta genera recelo entre los cazadores. Así se lo transmitían al menos hace no mucho a la cadena BBC, a la que confesaban algunas inquietudes: ¿Es factible abatir un oso de forma segura con un rifle? En caso de que haya imprevistos, ¿quién asume las responsabilidades?
«Si no conseguimos detener al oso este se irá y puede atacar a otras personas», advierte Satoshi Saito, de la Asociación de Cazadores de Hokkaido: «Si ataca a una persona, ¿quién será el responsable?» Advierte además que medirse con un oso es «aterrador». «Nunca está garantizado que podamos matarlo disparándole». Otro cazador de 72 años se expresaba de forma aún más elocuente: enfrentarse con un oso pardo no es muy distinto a «luchar contra un comando militar de EEUU».
«Pondría en riesgo nuestras vidas». Prueba de que no es fácil frenar el ataque de un oso, ni siquiera con armas, es que la ciudad de Naie ha intentado contratar a cazadores por 65 dólares al día. La idea es que vigilar las calles, instalen trampas y, llegado el caso y de ser necesario, acaben con un animal peligroso. De momento no ha tenido mucho éxito. El sueldo que ofrece ha atraído a pocos profesionales dispuestos a asumir una misión que «pondría en riesgo» sus vidas.
Tanaka asume que el cambio de la ley es probablemente «inevitable», pero insiste en que sería una medida «provisional» para casos de «emergencia». La solución a largo plazo pasa en su opinión por una política a nivel nacional que «cambie el entorno forestal» y permita la creación de «bosques con alta biodiversidad».
Imágenes | Leslie Delay (Unsplash) y Hans Veth (Unsplash)
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La noticia
Los ataques de osos han aumentado tanto en Japón que las autoridades han adoptado una medida radical: la guerra
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Carlos Prego
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