Cuando uno pasa 10 o 12 horas sentado frente al pantalla casi todos los días, es importante que lo haga delante de un buen monitor. Me di cuenta de aquello bastante pronto, y desde entonces tuve buen cuidado de invertir en este periférico.
Lo hice ya en 2007, cuando me compré un monitor HP LP2465 que destacaba por una cosa: su formato 16:10, que me permitía ganar algunos preciosos píxeles en la vertical cuando la norma que se imponía en aquella época era la de los monitores 16:9.
Aquel producto cumplía a la perfección, pero eso no impidió que a finales de 2013 los monitores 4K me hicieran ojitos. Por entonces aquel tipo de paneles eran especialmente caros, y al final desistí para dar un pequeño salto en 2015: tras aprender que lo barato sale caro, me compré un BenQ GW2765HT con resolución 2.560 x 1.440 para ganar un poco tanto en diagonal como en resolución.
El gusanillo de ir a más y apostar por un monitor 4K seguía estando ahí, pero algún tiempo después, tras ver un iMac Retina 5K, me di cuenta de que ya no quería un monitor 4K, sino uno 5K. El problema es que los fabricantes de monitores apenas apostaron por aquel tipo de monitor, y solo algunos se animaron a lanzar un producto con esas características.
Finalmente en marzo de 2017 se presentó la oportunidad. Cacé una buena oferta y acabé comprando mi monitor actual, un Dell UP2715K que estaba reacondicionado (y afortunadamente en perfecto estado) y que me costó algo menos de 700 euros. Y entonces confirmé que la vida en 5K podía ser maravillosa.
Lo que veo no parece una pantalla, sino que más bien parece una pegatina
Desde entonces he tenido la suerte de disfrutar de una interfaz de trabajo que en mi caso es perfecta. Durante unos años conecté ese monitor a mi PC con Windows, pero en noviembre de 2021 me hice con un Mac mini M1 y desde entonces lo tengo conectado a ese equipo —vía un adaptador Thunderbolt 3—, mientras que el PC aprovecha un conector miniDP que no permite trabajar con resolución 5K, pero sí 4K.
En todos estos años siempre he hecho la misma analogía al hablar de cómo veo mi monitor. Lo que veo no parece una pantalla, sino que más bien parece una pegatina. La calidad es espectacular, y aquí aprovecho algo que ya buscaba cuando descubrí los monitores 5K: no trabajar con la resolución nativa, sino escalada para trabajar en una resolución efectiva de 2.560 x 1.440.
Es cierto que con eso pierdo área de trabajo, pero es algo que no me interesa porque no tengo tan buena vista: usar esa resolución nativa en una diagonal de 27″ requiere una vista de halcón, y la resolución escalada logra algo mucho más importante para mí: que la definición del texto, imágenes y cualquier otro elemento visual sea altísima. Los píxeles sencillamente desaparecen de la vista.
Aquí aprovecho algo que ya buscaba cuando descubrí los monitores 5K: no trabajar con la resolución nativa, sino escalada.
Me paso el día leyendo y escribiendo, así que contar con esa posibilidad era para mí especialmente valioso. Mi rutina diaria hace además innecesario contar con muchas ventanas siempre en primer plano: normalmente trabajo con un par de ventanas del navegador enfrentadas, y el resto de aplicaciones que puedan estar abiertas —el cliente de Slack, una ventana del Finder, una terminal, etc— siempre están al alcance a golpe de Alt+Tab (vía la utilidad AltTab de macOS, por cierto).
El monitor, por supuesto, no es perfecto. Como demuestran sus especificaciones, el modo 5K funciona combinando dos entradas DisplayPort 1.2 (el monitor tiene sus años), sus altavoces no son de muy buena calidad y su tasa de refresco es de 60 Hz. No es por tanto ideal para jugar, pero aún así para mí cumple cuando uso el PC y me echo unos ‘Battlefield 1’ o pruebo ocasionalmente algún otro título.
A pesar de lo contento que estaba con el monitor, hace un tiempo volvió a picarme otro gusanillo: el de los monitores OLED. En realidad mi intención era tratar de probar alguna Smart TV OLED que pudiera funcionar como monitor, y en 2022 me llegó esa oportunidad: analicé para Xataka la LG C2 de 42 pulgadas, que precisamente era por tamaño y prestaciones una buena candidata para que me despidiera del monitor de Dell.
¿Qué me pareció la experiencia? Sus virtudes son destacables: el contraste, color, o tasas de refresco son fantásticas, y la presencia del puerto HDMI 2.1 era interesante si quería conectar la Xbox Series X. Sin embargo mi sensación fue clara: ya no veía todo como una pegatina. Los textos perdían definición y los píxeles volvían a estar ahí. Aquello no me servía.
Volví por tanto feliz a usar mi Dell UP2715K y no he vuelto la vista atrás desde entonces, y lo que me da rabia es que los fabricantes no ofrezcan más opciones al respecto.
Lo que me da rabia de esta situación es que los fabricantes no ofrezcan más monitores 5K
Apenas unos pocos ofrecen monitores 5K —el Apple Studio Display es uno de ellos—, pero a estas alturas no parece que la resolución 5K vaya a popularizarse. Una verdadera lástima, sobre todo porque en 27 pulgadas e incluso en 32 pulgadas me parece una elección perfecta.
De hecho en el horizonte no se ve que vayamos a dar el salto a monitores 5K, sino más bien a los 6K —Apple y Dell los tienen— e incluso a los 8K. De momento todo va muy lento en ese ámbito, y los fabricantes de monitores se centran en lo que funciona y vende: monitores para gamers.
Aquí llevamos tiempo viendo productos fantásticos con formatos ultrapanorámicos, curvos, resoluciones 4K y 5K (pero no en relación de aspecto 16:10), diagonales enormes, paneles OLED y tasas de refresco de vértigo, pero mientras los que no jugamos nos quedamos sin opciones.
Afortunadamente, yo tengo la mía. Al menos, de momento.
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La noticia
Llevo años usando un monitor 5K. Sigo sin entender cómo la industria no los ha convertido en algo masivo
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Javier Pastor
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