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Hace 10 años una empresa japonesa se propuso construir un ascensor espacial. No parece que lo vayan a lograr prontoPablo Martínez-Juarez​

Enviar cosas al espacio es difícil. Los cohetes son nuestro principal recurso para hacer esto (el único en muchos casos), pero estos vehículos son menos eficientes de lo que podríamos pensar. El motivo es la inmensa cantidad de energía requerida para permitir que la carga de la gravedad del planeta.

Esta energía está provista por el combustible, pero este también tiene masa. Masa que también hay que elevar, para lo que se requiere más combustible… y así hasta llegar a un equilibrio. Esta es la mejor forma que tenemos de enviar objetos al espacio, pero no es especialmente eficiente.

Es por eso que los ingenieros aeroespaciales buscan constantemente nuevas formas de enviar objetos al espacio. Desde “tirachinas” de fuerza centrífuga hasta raíles magnéticos. Uno de los diseños que de vez en cuando llaman nuestra atención es el del ascensor espacial.

Existen distintos proyectos de ascensor espacial, todos en fases tempranas del desarrollo. Uno de ellos fue propuesto hace una década por la empresa japonesa Obayashi Corporation. Aunque la compañía no ha vuelto a realizar comunicados oficiales sobre el estado del proyecto éste sigue recibiendo atención por parte de los medios.

Uno de los medios que recientemente se interesó por el proyecto japonés fue Business Insider. Fuentes de la empresa señalaron al medio estadounidense que el proyecto no parecía encaminado a cumplir con un calendario que situaba en 2025 el inicio de la construcción de su elevador.

Este interés no es de extrañar. El proyecto parece ciencia ficción pero, en tiempos en los que la tecnología alcanza a muchas de nuestras ensoñaciones, ¿es posible que esta tecnología se convierta en una realidad?

El concepto de ascensor espacial es lo suficientemente intuitivo como para tener que explicarlo en profundidad. Aún así hay algunas cosas que debemos tener en cuenta. Por ejemplo, por la naturaleza de las dinámicas orbitales, este ingenio tiene una importante restricción: debe tener un punto de “anclaje” en la órbita geoestacionaria.

Esto se debe a que la velocidad con la que un objeto orbita a la Tierra es proporcional a su distancia: a más distancia menos velocidad. Los objetos en órbita terrestre baja (LEO) como el telescopio Hubble o la Estación Espacial Internacional orbitan la Tierra más de una vez al día.

Cuestión material

La órbita geoestacionaria, por su parte permite a un objeto orbitar manteniéndose siempre sobre el mismo punto de la superficie terrestre. Una característica necesaria en esta infraestructura. La distancia a esta órbita es de más de 35.000 kilómetros, más del doble del diámetro de la propia Tierra.

Hoy por hoy el proyecto sigue estando fuera de nuestro alcance. Consultado por la BBC, el experto de la University College London, Kevin Fong, señalaba hace unos años que ni siquiera tenemos con qué construirlo. Necesitaríamos un material fuerte, flexible y con una masa y una densidad concretas, explicaba Fong.

En los últimos años se ha avanzado mucho en este sentido, pero aún no parece que tengamos con qué construir este coloso. Entrevistado también por la BBC, Peter Swan, presidente del International Space Elevator Consortium, señalaba en la misma dirección: “encontrar el material con el que hacer la cuerda es el principal reto tecnológico por delante”. El resto, para el experto, es cuestión de avances incrementales.

Parece que en el cohete va a seguir siendo el vehículo espacial por antonomasia, al menos en el futuro inmediato. Los planes de Obayashi pasaban por empezar la construcción en 2025 para poder tener un ascensor operativo en 2050.

Podemos dar por hecho que los ascensores orbitales continuarán confinados a la ciencia ficción durante los próximos años. Eso si entretanto no nos topamos con una tecnología que convierta estos ingenios en obsoletos antes de su desarrollo. No sería la primera vez.

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Imagen | Obayashi Corporation / NASA


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