En lengua quiché su nombre significa «paraíso», pero hay quien opina que Cayalá se parece más a un «elefante blanco», una colosal y cara infraestructura levantada en el este de la capital de Guatemala. Se comparta una u otra visión, se considere un oasis o un desmán inmobiliario concebido para que las familias más opulentas puedan vivir ajenas a los problemas del resto de la capital, algo sí está claro: Cayalá es polémica. Bastante. Desde hace años defensores y detractores de esta peculiar colonia urbana, una ciudad dentro de Ciudad de Guatemala, cruzan argumentos enfrentados que la presentan como una utopía urbana o un gueto elitista.
No es fácil responder si es una cosa u otra.
Una ciudad joven… y polémica. Hay dos etiquetas que describen de forma objetiva a Cayalá, más allá de la polémica que la envuelve. La primero es «joven». Aunque sus promotores remontan su historia a 1913, que fue cuando se adquirió el terreno sobre el que se levanta, lo cierto es que el primer proyecto inmobiliario que conforma lo que hoy conocemos como Cayalá data de 1983. Durante los años 90 se dieron más pasos y ya en 2003 se trazó un plan urbano maestro para la ciudad capitaneado por el prestigioso arquitecto luxemburgués Léon Krier.
La segunda etiqueta que ayuda a describir Cayalá es la de «ciudad dentro de una ciudad». Así la describen por ejemplo la cadena BBC o The New York Times, que la presentan como «un refugio» abierto al este de Ciudad de Guatemala, la capital del país presidido por Bernardo Arévalo. Sus responsables insisten en que Cayalá es «un proyecto inmobiliario del más alto nivel» y destacan sobre todo su «ubicación privilegiada» y una planificación trazada de forma «cuidadosa» por Krier.
Pero… ¿Qué es Cayalá? Una iniciativa residencial privada, una enorme urbanización de 21 hectáreas que se inauguró como tal en 2011 y dispone de más de 1.900 viviendas, 33.000 metros cuadrados de oficinas, 260 locales, 3.600 plazas de aparcamiento y una amplia oferta de restaurantes, gimnasios, academias, cines, bancos, centros médicos y hasta una embajada, la de EEUU, que decidió establecer allí sus oficinas. En el origen de todo está la familia Leal, una de las más poderosas del país. La BBC precisa que a principios de la década pasada se empezaron obras que avanzan por etapas y han permitido levantar ya cinco barrios privados.
Un paréntesis en Ciudad de Guatemala. Hace unos meses Simon Romero y Jody García realizaron una crónica para The New York Times en la que describen a Cayalá como una suerte de paréntesis urbano si se compara con las calles próximas de la capital guatemalteca: sus barrios son tranquilos y se han planificado para que los servicios esenciales queden a solo 10 minutos a pie de cualquier residente. En sus calles tampoco es extraño encontrarse con negocios enfocados al mercado del lujo y sobre todo una arquitectura muy característica, con construcciones pintadas de blanco y tejas rojizas que evocan a los pueblos de la costa mediterránea.
Privado y abierto. No hace falta vivir en Cayalá o trabajar en uno de sus negocios para asomarse a sus calles. A pesar de que es un proyecto residencial privado, dispone de áreas y parques aiertos a quien quiera visitarlos. De hecho no es extraño encontrar turistas en la zona. «Las empresas de seguridad privada nos recomendaban que construyéramos un muro; pero no es lo que hicimos», recuerda a la BBC Pedro Pablo Godoy, uno de los arquitecto implicados en el proyecto.
¿Por qué es polémico? Porque por más que tenga calles y plazas abiertas, hay quien cree que Cayalá se ha diseñado para convertirse en un «gueto para ricos» y brinda una demostración clara de las desigualdades que sacuden Guatemala, un país que pese a crecer por encima del promedio del conjunto de la región de América Latina y el Caribe (ALC) sigue presentando graves desequilibrios.
«Las tasas de pobreza y desigualdad del país se encuentran entre las más altas de ALC, con numerosa población desatendida, sobre todo rural e indígena», advierte el Banco Mundial. Sus datos muestran que en 2023 el 55,1% de la población vivía en la pobreza y que la «economía informal» representaba el 49% del PIB y daba empleo a alrededor del 71,1% de la población ocupada. No es el único organismo que ha advertido del problema. Mensajes similares han trasladado desde Oxfam Intermon, que habla directamente de una «desigualdad extrema» en el país.
«Un pedazo del primer mundo». «La inseguridad, alimentada por la miseria, falta de oportunidad y la exclusión social, empuja a las personas a aislarse. Los que pueden pagarlo construyen muros y colocan garitas de seguridad. Pero, para el top 5% de la población con mayores ingresos es posible adquirir un pedazo de paraíso en Cayalá libre de los inconvenientes de una ciudad ‘normal'», reflexionaba en 2020 Javier Lainfiesta, para quien el área residencial es «un pedazo del primer mundo en el corazón de una ciudad que se acerca peligrosamente al cuarto».
Naciones Unidas aporta un dato incluso más gráfico. Citando al Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (ICEFI), asegura que «los ingresos del 1% más rico de los guatemaltecos, en 2006 y 2014, equivalieron aproximadamente a la suma de los ingresos del 40 por ciento de los guatemaltecos más pobres».
Abierto, sí… pero con matices. Que sus responsables hayan apostado por tener áreas abiertas no quita que Cayalá sea fruto de una promoción residencial privada. Y esa peculiaridad puede verse también en las calles, ya que, recuerda la cadena BBC, el ingreso a la ciudad depende en última instancia de lo que decida la administración privada del barrio. Por sus calles no es extraño ver guardias de seguridad privada que vigilan los terrenos, sobre todo los fines de semana.
La demostración más clara (y mediática) de que Cayalá no es un barrio más de Guatemala llegó en octubre, cuando guardias armados y con los rostros cubiertos evitaron que una manifestación política accediera a la zona. Los responsables de la administración de Cayalá lo justificaron alegando que la seguridad «responde al único propósito de prevenir disturbios y daños a la propiedad privada».
¿Rompiendo la filosofía original? No es la única polémica que envuelve a Cayalá. Las construcciones siguen expandiéndose, aunque con un enfoque que no siempre está en sintonía con la filosofía original de la urbanización, que se marcó como una de sus pautas clave limitar la altura de los edificios. Las nuevas fases de desarrollo de hecho ya incluyen torres que exceden el máximo planteado en su día.
«Esta nueva fase empuja los límites del proyecto original, pero los principios del neourbanismo se mantienen», comenta a BBC Pedro Pablo Godoy. El propio Krier ha renegado de la construcción de rascacielos y ha reconocido que la presión para que la ciudad crezca llegó a ser «insoportable». Otros críticos lamentan el impacto del proyecto a nivel medioambiental, que la zona no sea accesible para quien viaje en transporte público por la ciudad o incluso que haya algunos propietarios que hayan decidido instalar vallas, lo que ha dado lugar a comunidades cerradas.
Imágenes | Rene Hernández (Flickr)
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La noticia
Guatemala sufre un problema de desigualdad extremo. Así que algunos ricos tuvieron una idea: un «gueto» propio
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Carlos Prego
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