Hace unos años, el doctor Josef Parvizi recibió a un paciente con epilepsia en su consulta. Nada raro. Parvizi es el director del programa de ‘epilepsias resistentes a la medicación’ de la Universidad de Stanford. Sin embargo, aquel paciente empezó a referir síntomas muy raros. Rematadamente raros.
El paciente se sentía como si viviera su vida desde fuera, como si estuviera flotando en el aire, la sensación era tan desquiciante que empezaba a pensar que se estaba volviendo loco. Es decir, aunque el paciente no lo sabía, esta pidiendo a Parvizi que resolviera un problema que ha fascinado a filósofos, teólogos y psicólogos durante siglos.
Por suerte, Parvizi es un tipo práctico.
Debajo del capó del paciente. Parvizi se puso a pensar qué parte de la cacharrería neurológica podía estar implicada en una experiencia tan extraña y llegó a la conclusión de que lo más lógico era que las convulsiones estuvieran afectando al Córtex Parietal Medial.
Y digo «lo lógico» no porque fuera fácil verlo (de hecho, llevamos siglos tratando de explicar qué eran esas experiencias extracorpóreas que aparecían al tomar ciertas drogas o en experiencias cercanas a la muerte), sino porque a Parvizi le pareció que el CPM era la mejor opción. Al fin y al cabo, es clave en nuestra identidad personal y, a la vez, en cómo esta se integra en nuestro yo físico.
Manos a la obra. Como contaba Jesús Díaz, con esa hipótesis, al equipo de Parvizi se puso a diseñar un experimento que pudiera resolver este problema milenario. Hoy por hoy, es algo relativamente sencillo porque tenemos la tecnología necesaria para estimular eléctricamente casi todo lo que queramos. Los resultados los presentaron en Neuron, una de las revistas académicas de referencia en neurociencias.
Tras estimular un área concreta de el CPM (la precuña, un «área con forma de salchicha«), los investigadores confirmaron que es ahí donde el cerebro separa las experiencias que debemos sentir como propias de als que debemos sentir como exteriores a nosotros. Así, en cuanto el CPM tiene problemas, pasan cosas raras.
¿Por qué es importante? Porque, hasta ahora, las experiencias extrasensoriales eran un enorme misterio. No solo eso: eran terreno abonado para timadores, charlatanes y personas de pocos escrúpulos. Ese tipo de experiencias son tan extrañas e inclasificables que dejan a muchas personas fuera de juego, buscando respuestas que hasta ahora no teníamos.
Pero eso se ha acabado. La precuña no solo ha tenido un papel importantísimo en el desarrollo de nuestra especie, también lo ha tenido en la forma en que entendemos quienes somos.
Imagen | FolsomNatural
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La noticia
Durante miles de años, las personas han tenido extrañísimas experiencias extracorporales. Ya sabemos por qué
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Javier Jiménez
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